Alguien que no soy by Elísabet Benavent

Alguien que no soy by Elísabet Benavent

autor:Elísabet Benavent [Benavent, Elísabet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-12-20T05:00:00+00:00


17

HACER LO RARO NORMAL Y LO NORMAL RARO

Cenamos sushi en la terraza. La mesa estaba puesta con toda la ceremonia que le gustaba a Hugo, pero terminamos repantingados en el mullido balancín de la esquina, con las lucecitas blancas envolviéndonos y los pies sobre la mesa baja que había enfrente. La leve brisa que cruzaba Madrid a esas horas parecía más fresca. Nos bebimos varias botellas, reímos como tontos y cuando me amodorré por el vino, lo hice con el pensamiento de que era muy fácil dejarse llevar cuando estaba con ellos porque para Hugo y Nico aquello era… normal. Todo lo normal que es que tres personas se gusten.

Cuando el reloj de pulsera de Hugo, que era el que me tenía envuelta entre sus brazos, marcó las doce, les dije que tenía que marcharme. Lo cierto era que los dos habían bebido demasiado vino como para coger el coche y llevarme de vuelta a casa, así que pensaba irme en taxi.

—Quédate a dormir —dijo Hugo volviendo a recostarme sobre su pecho—. Mañana te llevo a casa para que puedas cambiarte.

—No, en serio. —Me froté los ojos—. Necesito desmaquillarme y… todas esas cosas.

—Mañana temprano… —susurró con sus labios en mi cuello.

Y todo se fue desvaneciendo con sus dedos deslizándose entre los mechones largos de mi pelo. Cerré los ojos. Nicolás me besó el cuello.

—Buenas noches —musitó.

Los escuché hablar entre ellos. Al principio hasta interrumpía haciendo alguna broma sobre sus respuestas, pero mis silencios empezaron a hacerse más largos y sus palabras más borrosas y lejanas.

—Se ha dormido. —Oí.

Pero ya no me apeteció contestar nada.

En un momento determinado sentí un tirón y al abrir los ojos somnolientos, me vi en los brazos de Hugo, que cruzaba el salón.

—Uhm… —me quejé, apretando la nariz en su cuello.

Como respuesta solo una risa sorda. Cuando me dejó sobre la superficie de una cama, me acomodé sobre las sábanas frescas sin importarme en qué habitación estaba. Escuché el pitido del aire acondicionado y después un cuerpo cálido se tumbó a mi lado. Floté hasta hundirme del todo en el sueño.

Pi pi. Pi pi. Pi pi. Un pitido impersonal, insistente, llenó la habitación. Abrí los ojos y no reconocí el dormitorio. Pestañeé forzosamente con las pestañas maquilladas casi pegadas entre ellas. El reloj marcaba las cinco y media y un bulto se apretó a mi espalda, abrazándome mientras se resistía a despertar. Cerré los ojos, tenía sueño. Los volví a abrir… ¿Es que no me interesaba averiguar dónde narices estaba?

El dibujo de una chica tatuada sujetándose las tetas con gesto lascivo me ayudó a localizarme. Dormitorio de Hugo. Miré por encima de mi hombro y lo vi sonreír. Se estiró, se levantó y cruzó la habitación en dirección al baño con una erección de kilo en posición de firmes dentro del pantalón de pijama. Me giré hacia el otro lado de la cama y me tapé con la sábana fresquita. Escuché el agua de la ducha en el baño de al lado y de fondo otro despertador, este con música.



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